sábado, diciembre 20

Navidad; mi regalo: El tercer capítulo.

Navidad, navidad, navidad, es todo lo que oigo últimamente. No estoy completamente en desacuerdo con la fecha, pero tampoco creo que es para que tanta gente se proponga cambiar el mundo en esta fecha. En fin; escibí una pequeña reflexión sobre la fecha (véase: más abajo) y además recientemente terminé el tercer capítulo de: La Singular Sociedad E-J, en este salen a flote algunos secretos sobre los dos personajes y... bueno, no puedo decir más si no quiero arruinarlo, vale la pena leerlo, pronto conseguiré los dos dibujos faltantes. Como siempre el link está en la parte derecha del blog. Al igual que al artículo navideño, pero ese está tambíen a continuación.


ÍDOLOS TRAS EL CRISTAL


Al nacer la noche, el cielo resplandece con luz artificial, incrementada en sobremanera por la fecha celebrada. En el centro histórico, legado de nuestro pasado, una de las vitrinas muestra, tras la barrera invisible, la alegre figura de un obeso bonachón, cargado al hombro una bolsa llena de dulces y regalos. Fuera, un niño tiene una bolsa, llena también de magia, pero la de él, es blanca y se inhala.


Rompe la lluvia y un hombre pasa por el local, eligiendo ignorar al niño, ayudado por la ceguera engendrada por la misma luz que lo incita a comprar. Llega a su casa, enciende el televisor y mira, entre sombras del pasado, engaños para niños, montajes para débiles, propagandas del teletón; una vida, al igual que los cuentos de navidad, sólo real para quienes blanden una mente ingenua.


Se despliega frente a él una gamma de ilusiones carentes de voluntad, un mundo de materia, libre de sensación. Mira en veinticuatro cuadros por segundo, historias del pasado, que igualan, la que él decidió no ver, hace un momento, bajo la iglesia de la Compañía de Jesús: gente en harapos que busca un salvador.


Hay, sin embargo, un vástago, producto del mundo de fantasía de algún soñador de tiempo pasado. Alguien llama a la puerta, su familia ingresa al recinto y disfrutan de una cena opulente, hablando de ideas del pasado; glorias sin propósito y sueños del futuro; deseos egoístas. Talvez, la familia nunca logre más que un efímero paso por la realidad que no les permiten ver, talvez, se convenzan de que aquella que más disfrutan es la única existente, pero al menos, en el mundo forjado por el ser, que sólo admira, mudo tras vidrios, esa es su realización, realidad placebo. Sencillamente tuvo que emplear un año de su vida para hallarla, luego desecharla en una buena noche y un día de alegre paz. Es tiempo de que despierte el hombre y el vidrio vuelva a ser arena, que todos podemos sentir, aunque sea bajo nuestros pies.

Secuaces