lunes, julio 2

D&D: Dalatrass Nym

En aquel momento, esa esfera de luz era todo lo que existía. Resplandecía hacia sus ojos con tanta fuerza, que parecía un pequeño sol. Y sin embargo apenas iluminaba el piso.

- Estoy esperando... Mi niña...

Parpadeaba cual garganta que vibra al hablar, y aquella voz de mujer hacía eco en las paredes entre oscuras.

Dalatrass, retrocediendo un poco mientras tomaba un profundo respiro, se preparó para responder la pregunta, con el corazón bombeando en su pecho como si fuera un ave enjaulada y sus grandes ojos verdes fijos en ese punto de luz.

- Ma... -la niña aclaró su garganta- La magia tiene tres partes...
- La EJECUCIÓN de la magia, pequeña. -interrumpió el eco- Magia hay una sola.

Había algo en aquella voz que la tranquilizaba, aún en ese momento.

-La ejecución de la magia... -se detuvo, como buscando una respuesta- ...tiene tres partes:

Uno, el componente fonético. Es... como acariciar con un dedo un poco de agua para crear ondas y a través de ellas poder ver el líquido.


Saltó. Esquivó por poco una rama y recuperó su equilibrio para seguir corriendo. La Luna llena al fondo del cielo iluminaba su cabello rojo mientras corría desesperadamente entre árboles y rocas que apenas podía ver. Detrás de ella una docena de perros y sus respectivos cazadores peinaban el bosque como un incendio.


Se estaba quedando sin aliento; escuchaba atrás el rugir de las enormes bestias y a su lado el silbar de torpes flechas. Quizá por coincidencia, quizá por destino; llegó a toparse con un enorme risco que bloqueaba su camino. Hacía arriba veía una pared interminable, a los lados, un pantano. Sus ojos se cristalizaron y golpeó con furia la muralla de roca frente a ella.


- Dos, el componente cinético. Equivale a retirar el dedo del agua, separando una gota de la fuente. Así se produce un movimiento que es imposible de controlar en la fuente misma.




Conforme la sangre comenzaba a brotar de los nudillos de la chica y las lágrimas de sus ojos, el piso bajo ella dejaba de ser tierra húmeda y se convertía en la más blanca arena que había visto. Pronto estaba atrapada, mordiéndose un labio para no gritar de la desesperación conforme el polvo cristalino la devoraba en nombre de la tierra. 


Cuando ya no pudo mover los brazos y tomó aquella bocanada de aire que pensó sería la última. Abrió los ojos para encontrarse con la muerte; y aunque estaba en un lugar frió, oscuro y desolado, sin duda todavía respiraba y era lo único que escuchaba.


- Tres... Y más importante; el componente arcano. Es... La fuerza de voluntad del mago para controlar la energía que rodea todo. Sería el asegurarse de que la gota cruce el aire para volver a la fuente en el momento preciso y a la velocidad precisa.

- Ahí te equivocas pequeña. -en la oscuridad, escuchó el sonido inaudible de un labio retirándose en una sonrisa presumida- Sólo con fuerza de voluntad no congelas el aire, sólo con fuerza de voluntad no conviertes agua en vino. Eso toma algo más y es la diferencia entre un aprendiz y un mago...

Un silencio sepulcral la envolvía, no había el más mínimo movimiento a su alrededor. Después de unos minutos en esa umbra, decidió atreverse a iluminar apenas el lugar y con un pase de sus manos una pequeña chispa de luz comenzó a flotar junto a ella. Ahora veía la sangre en su mano izquierda, se veía extraña bajo aquella luz mágica y por curiosidad morbosa quiso ver más arriba: ¿Cómo se verían los cortes en su brazo? Heh... Como cicatrices de niña ingenua, como siempre.

Entonces cayó en cuenta de que si hubiera algo en esa habitación lista para devorarla, hace mucho que hubiera estado en pedacitos. Pronto varias esferas de luz adicionales salieron de sus manos y empezaron a flotar a su alrededor, buscando algo, lo que sea. Pero lo único que hallaban era más sombras. Un piso rocoso infinitamente amplio; sin importar que tan lejos fueran sus sirvientes, no lograba encontrar una pared o un techo. 

Cuando se rindió, cayó al piso de cuclillas y aquel par de lágrimas apareció de nuevo en su rostro. 

Entonces sucedió. Intentó apagar sus luces pero estas permanecieron brillando. La magia que las mantenía no era la suya. Cientos, miles de fulgores más aparecieron a su alrededor, brillando como estrellas en un cielo a pocos pasos de ella y se arremolinaron de un golpe en un solo punto a su izquierda.

Su corazón empezó a latir desesperadamente, retrocedió un par de veces pero la esfera parecía seguirla. 


- Puedo mostrarte el camino pequeña, sólo debes responder una sencilla pregunta...


La garganta le ardía y sentía el parpadear de su corazón en su cabeza como si el uno golpeara a la otra. Intentó responder pero ningún sonido salió de su boca y sin embargo obtuvo una respuesta.


- Sólo debes explicarme como funciona tu magia...

Dalatrass se había movido tan cerca que ahora la luz de la pequeña estrella se reflejaba en su rostro.

- Lo más importante -continuó aquella voz anciana-, es la capacidad del mago para imaginar algo y ponerlo en sus sentidos, al hacerlo lo pone también en los sentidos de los demás. Es fácil imaginar fuego, pero es difícil imaginar un objeto en llamas sin haberlo encendido antes. Hay tantas formas en las que podría quemarse. De cierta forma, toda magia es una ilusión, sin embargo, si encendieras una antorcha aquí con tu magia esta se quemaría igual que si lo hubieras hecho con un vela o un par de rocas quizá. Si invocas un pan y te lo comes, este te nutrirá igual que un pan que viene de la tierra y ha sido amasado por campesinos. Eso significa que la imaginación del mago puede crear objetos reales... -se detuvo un momento y la luz se extendió hacia las paredes que hasta ahora habían permanecido ocultas- o que todo es ya pura imaginación.

Dalatrass se había sentado frente a la luz y la escuchaba boquiabierta. Su cabello rojo lleno de tierra, cayendo sobre sus hombros, sus lágrimas secas sobre las pecas de su rostro y su mirada en blanco.

- Ahora pequeña... si quieres salir, toma una roca del piso y rompe éste cristal que me aprisiona.

- Quiero aprender. -replicó la niña poniéndose de pie- Y quiero saber su nombre.

- Entonces siéntate de nuevo, ¡E imagina que Madam Dubois es libre!

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