La florecita
Un día, caminaban por el jardín lleno de flores la princesa y su caballero; tomados de la mano, escuchando como el sol les contaba un historia.
De repente, ambos tropezaron con una extraña piedra de colores que estaba medio enterrada en el piso. Al verla más de cerca, tomarla un segundo y jugar con ella unos minutos, se dieron cuenta de que era una semilla; pero no cualquier semilla; era de la flor más hermosa que había. Una flor que todos querían pero que se veía sólo en cuadros de hace mucho tiempo o se escuchaba en historias que ya nadie contaba.
Y sin embargo, en ese día, en ese momento, estaba frente a ellos tal famosa semilla.
Ambos corrieron a plantarla inmediatamente, pero pronto descubrieron que necesitaba condiciones muy especiales para ser plantada. La tierra debía moverse con amor todos los días y el agua debía ponérsele con muchos detalles cada tarde. Además se debía hacer todo junto pues era un semillita muy caprichosa. Al principio ambos se esforzaban muchísimo por cuidarla, pero era cansado y extenuante para ambos. La princesita era muy pequeña para alcanzar a ponerle agua desde arriba, y siempre tenía que estirarse muchísimo o usar una silla, y el caballero era muy alto y su armadura muy tiesa como para mover la tierra, y le resultaba sumamente cansado estirarse y girar y acomodarse para mover la tierra.
Así, los días pasaban y pasaban y cada vez era más difícil cuidar de la semilla, pero ambos sabían en el fondo que valdría la pena, cada vez se emocionaban más con la idea de la hermosa semilla y el verse todos los días se volvió una especie de ritual para ellos. Sin embargo, era evidente que cada vez estaban más cansados.
Un día, una viejecita que pasaba por el jardín mientras cuidaban de la semilla, los vio a ambos esforzándose como locos el uno para mover la tierra, la otra para ponerle agua y se acercó a ellos sonriente.
"Cuando yo era joven tuve una de esas semillas un día. El secreto no está en que la cuiden así incómodos y cansados, está en que la cuiden, en que disfruten de ella en cada una de sus etapas, así como jugaron con ella cuando no era más que una piedrecita en el su jardin, disfruten de ella ahora que es ese retoño pequeño en la maceta; y esperen, esperen a crecer y a dejar de ser tan tiesos... - rió mirando al caballero- Esperen a que puedan disfrutar también de esta etapa de su plantilla, y el día en que puedan ponerle agua y mover su tierra con tranquilidad y una sonrisa, será el día en que estarán listos para tener la flor más hermosa de este reino."
La princesa, con sus ojos vidriosos, miró al caballero sonriente, se disculparon mutuamente por ser impacientes y exigirse tanto; se dieron un profundo abrazo y miraron al retoño en la maceta. No era más que una ramita verde, pero se veía fuerte. Supieron que la viejita tenía razón, estaría ahí tanto tiempo como ellos se demoraran en poder cuidarla con gusto; entonces entendieron que lo importante no era el mover la tierra o poner agua, sino el poder disfrutar del hacerlo.
Sonrieron de nuevo y entraron al castillo... Shhhh... Sólo había que esperar...
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