viernes, septiembre 16

Cuento: El extraño caso de los medios cuerpos

Este es un cuento que dice mucho, pero lo dice a medias.

El extraño caso de los medios cuerpos

Jhon había vivído en aquella ciudad toda su vida, y aunque había servido al pueblo como policía por ya treinta años, nunca en todo ese tiempo había visto algo tan horrible como lo que tenía en frente.

La cálida mañana de agosto hacía que el olor del cuerpo que rodeaban los policías se extendeira varios metros a la redonda. La chica mutilada, medio cubierta con una sábana blanca por los moradores que la habían encontrado, reposaba en lo que parecía ser una laguna de su propia sangre seca.

Jhon peinó su blanca cabellera pensando: "En mis tiempos esto no pasaba..." Él ya había visto el cadaver, pero un oficial más joven, cuyo nombre no podía recordar y que parecía estar más interesado en el morbo del asunto que en buscar alguna pista relacionada al crimen, vociferaba muy cerca de Jhon, buscando le dejaran acercarse y retirar la sábana. Hastiado por la voz chillona del jóven, le hizo gestos a un subordinado para que le dejara pasar.

El muchacho, emocionado como todo jóven por haber ingresado a la fuerza, arregló su uniforme triunfante y vomitó un segundo después de retirar la tela del cadaver. "Dios mio. Dios mio. Dios mio." Repetía entre ataques de tos mientras se alejaba.



Jhon volteó la mirada. Ya había visto bastante de cerca el cuerpo, y no quería hacerlo de nuevo. Estaba ya seguro de que le faltaba la mitad izquierda de todo su cuerpo y de que el corte había sidó tan limpio y de tal precisión, que una guillotina ensangrentada en la escena del crimen no le hubiera resultado extraña.

El director del departamento de policía, que había regresado de su día libre sólo para ver esa escena, volteó hacía Jhon y reclamó: "¿Y ahora qué? No hay pistas, no hay rastros, no hay nada. ¿A quién vamos a culpar? ¿¡A los OVNI!?"

Lo cierto es que aquel hombre no estuvo tan lejos de la verdad, apenas el incidente de la media chica se supo al día siguiente, el caso probó ser miel a la que volaron las abejas conspiracionistas de todo el mundo. Inmediatamente se culpó de la muerte a extraterrestres, al gobierno estadounidense, a sectas satánicas y a canívales urbanos. Claro, todo esto de manera extra-oficial, pues el departamento de policía siguió con las investigaciones durante meses... VARIAS investigaciones. Pues a los pocos días de hallar el medio cuerpo de la chica, apareció el de un varón caucásico; luego el de una anciana; luego el de un niño; el de un ejecutivo; el de un adolescente. Algunos sin piernas, otros sin torso, otros sin el lado del corazón, todos estaban en la morgue y todos a medias. Con cada muerte había una nueva teoría de quién era el asesino: Cuando encontraron muerto al presidente de Industrias H. se corrió la voz de que era la competencia quien estaba medio asesinando. De pronto la primera chica se convirtió en la hija del presidente difunto, su esposa, su amante. Al final los pusieron juntos en la morgue y a alguien incluso se le ocurrió intentar unirlos a ver qué pasaba. No funcionó.

Cuando amanecieron medio muertas las putas de la calle Rosa, la iglesia saltó, adorando al perfectísimo por haber castigado los cuerpos del pecado. El mismo Papa apareció en televisión internacional alabando la justicia divina. Pero tuvieron que callarse forzosamente cuando el Arsobispo local despertó con una gran mancha de sangre en lugar de piernas.

En ese momento más que nunca presionaron al departamento de Jhon para hallar resultados. Con las putas pudo haber sido sólo un asunto de chulos, pero esto era serio; un hombre de fé había muerto y al parecer la justicia divina no sería suficiente para la Iglesia en ese momento.

Finalmente llegó el punto en que Jhon pasaba todo el día en su escritorio, sentado frente a una pila de papeles que parecía solo crecer sin importar cuan rápido pasara por ellos. Cada vez aparecían más medios cuerpos en diferentes lugares de la ciudad; la gente vivía con miedo, con ira. Empezaron a diseñar extraños rituales que supuestamente los protejerían de ser "mediados". Desde su ventana veía ir a la señora vestida toda de violeta porque así los demonios no la atacarían, por allá el sujeto con el casco de aluminio, ese restaurante que ponía placas de cobre en las paredes para protejerse, por ese lado el profeta que ofrecía salvación a cambio de fé ciega.

Al día siguiente Jhon los vio a todos en su mesa de trabajo. A veces temía por él mismo.  Debía estar insano para seguir trabajando en eso. Los primeros cuerpos le habían medio espantado, pero después del décimo, ya estaba acostumbrado a encontrarse con ellos. Cada vez que iba a una nueva escena del crimen, se tomaba unos minutos para deambular por el lugar, a ver si encontraba algo que le dijera lo que la mitad muerta no podía. A veces encontraba a hombres muertos en sus habitaciones con todo listo para la mañana siguiente, uan vez incluso encontró a un médico en su mesa de desayuno, con el café todavía caliente.

Otra tibia mañana de agosto, como aquella en la que todo había comenzado, Jhon supo que había por fin terminado. Ese día no llegaron a su oficina más papeles reportando medios cuerpos hallados. Ese día ya no salieron las ancianas con sus chales violetas, ya no se vieron OVNI en el cielo de la ciudad, ya no hubo pecado en la calle Rosa. Ese día los rayos de sol entraron lentamente en la habitación de Jhon y la sangre en su cama junto a la mitad derecha de su cuerpo en descomposición fueron lo último que el departamento de policía encontró.


- Joshua P. Aguayo

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