Índigo Carmín
Ella es uno de esos amigos extraños. De esos que te encuentras... o más bien: Te encuentran en un autobus, un avión o un tren. Me senté junto a ella por primera vez en un enero de hace ya varios años, viajando en los asientos más baratos que había, porque no encontré una camioneta que me llevara. Hoy que lo pienso, quizá fue mejor así.
Recorría el pasillo del autobus con esa cara de bobo que pongo siempre que estoy rodeado de extraños. Vaya primera impresión eh... Y el único lugar disponible era junto a ella; aunque la verdad lo primero que vi no fue el asiento vacío, sino su enorme sombrero rojo de ala ancha, con pluma de pavoreal y su piel de zorro al cuello. Supongo que estaba sonríendo, pues cuando me senté junto a ella, levanto la cabeza del zorro y me preguntó: ¿Te gusta?
La verdad es que me gustan los animales procesados mientras no tengan cabeza, he sido así desde niño. En ese momento lo dije en voz alta...
Berna, 20 de abril
Aún recuerdo ese día, amigo mío. El viaje en el apestoso bus repleto de campesinos y trobadores. ¿Todavía tienes el sombrero que te regalé ese día? Ojalá pudieras ver cuantos de esos tengo ahora. ¡Uno para cada actor! Imagínate. En ese día que nos conocimos ni siquiera lo hubiera soñado y talvez si no te hubiera conocido mi querido, ni siquiera hubiera llegado hasta aquí.
En el paquete junto a esta carta está la cinta que me pediste. Sí, la firmé. Como si no tuvieras ya bastantes autógrafos míos con las cartas que te mando.
En fin, espero que algún día decidas venir. Tienes tantas ideas estando en ese lugar tan triste y solitario; me da escalofríos pensar en lo que armarías si pudieras ver lo que yo en cada lugar a donde voy...
Cuídate querido,
Sinceramente tuya,
Carmine.
¡Vaya suiza loca! Me repetía yo en ese autobus, mientras ella me contaba sus sueños sin ningún motivo aparente. Había venido desde tan lejos buscando algo que la inspirara, decía que tenía talento, pero que le faltaban sueños, magia para hacer... algo. En ese momento ni siquiera ella misma lo sabía. Cuando empezó a describirse, pensé que era sólo otra vieja morbosa y engreída, pero conforme hablaba, noté que en realidad era... genial. Sabía de todo un poco, me habló de política, de filosofía, de física, de historia y gastronomía. A los pocos minutos de escucharla me di cuenta, de que tenía un sombrero muy bonito.
Oslo, 15 de mayo
¡Un éxito! Un éxito rotundo debo decir. ¿Cómo pudiste no venir a la premiere? Fue hermosa, hubo comida, balie, luces. Parecía una fiesta de famosos; de esas con las que tanto soñamos ese día en el autobus, parecía no la premiere de una película sino una celebración a la locura y la imaginación. Una fantástica reverencia a quienes perdemos el jucio imaginando; a quienes se nos va la vida mostrando a otros lo que podemos ver en la cabeza...
Ah amigo mío cómo pudiste perdértela... Es tu historia, tu cuento... novela... cómo quieras llamarla, es tuya y sólo tú faltaste... Bien sabes que yo no hago más que arreglar un poco las cosas que me cuentas.
Quiero que me preometas que vas a estar aquí la próxima vez. Qué me importa si no hablas Noruego, con que hables es suficiente.
Sólo para ti,
Carmine.
La suiza esta con nombre de color, tenía el arte en las venas, pero no en la cabeza. Decía que quería pintar, escribir, hacer música, una película... Lo que sea, quería hacerlo. El problema era que dentro de su genialidad, le faltaba... imaginación. Sí, en el medio trayecto que habíamos ya recorrido me había hablado sobre la Alemania Nazi, sobre la filosofía existencialista, sobre la mitología andina y sobre la gastronomía koreana, pero en ningún momento dijo algo que saliera de ella, algo que ella hubiera imaginado o soñado. Entonces empecé yo ha hablar y vi una chispa encenderse en sus ojos. Siempre tuve cierta habilidad para inventar historias; y seamos sinceros: ¿Qué hay de malo en inventar una historia para entretener a una extranjera pálida como el hielo? Comencé a contarle alguna tontería que se me ocurrió sobre las montañas por las que estábamos pasando, una historia de medio-magia y medio-drama, lo cierto es que la estaba improvisando y ahora no la recuerdo muy bien; lo que sí me queda claro, es que ni siquiera había terminado de hablar y ella me interrumpió para decirme que acababa de encontrar esa creatividad que le faltaba.
Helsinski, 1 de junio
Mi querido Índigo,
Otra vez me dejas sola en las celebraciones a tu grandeza. ¿Por qué eres así? ¿Por qué así conmigo? No hago más que contarte casi a semana seguida todo lo que hago y digo, a cambio de que tan sólo me cuentes esas historias que con tanta facilidad enredas, y lo único que te pido... ve ruego; es que por lo menos vengas a ver el fruto de tu trabajo... Por lo menos ven a verme... Ven a verme Índigo. Ven a verme...
Ven a ver a tu carmín Índigo... Mí Índigo...
Me dijo que ella viajaba por el mundo buscando alguien que supiera contar historias. Justamente por que ella quería plasmar esas historias de alguna manera; sólo necesitaba escucharlas. En ese momento de verdad me emocioné. Pensé que la vida me había dado una increíble oportunidad, que me había puesto en ese asiento no de casualidad, sino para llenar ese destino que tanto me cansaba buscando: volverme famoso; exitoso; que mis historias se conocieran desde el Japón hasta Cuba...
Pero aún recuerdo cómo se me encogió el corazón, cuando tuvo que irse. Una joven que había estado sentada en el asiento de al lado le tocó el hombro diciendo: "Vamos mamá, ya llegamos." Era una joven hermosa, suiza, igual que su madre. aunque talvez debí preguntarme en ese momento, qué hacían en este país, lo único en lo que podía pensar era en que la oportunidad que tanto había anhelado, estaba por irse.
Intenté decirle algo, pero la chica me interrumpió diciendo:
- Disculpe señor, tenemos que bajarnos.
Entonces señaló con la cabeza por la ventana. Volteé el rostro. Sentí un nudo en la garganta. Me quedé ahí lo que para mí fue una eternidad. No sabía si llorar o... Sólo no sabía que hacer.
- ¿Cómo te llamas? -interrumpió Carmine con su castellano roto-
- Índigo... -le dije- Índigo.
- ¿Por qué no me llamas o algo? -dijo- O más bien, escríbeme una carta y dame tu dirección, así no importa a donde vaya siempre vas a saber donde estoy.
- Sí... Sí claro. -le dije, apenas pudiendo hablar- Yo... Yo te escribo una carta mañana así... Así vas a tener mi dirección... -cuando terminé, Carimine me arrojó su sombrero.
- Sí... Sí claro. -le dije, apenas pudiendo hablar- Yo... Yo te escribo una carta mañana así... Así vas a tener mi dirección... -cuando terminé, Carimine me arrojó su sombrero.
Fingí una media sonrisa y la hija empujo a su madre para que baje del autobús. "No le de alas." Me dijo antes de desaparecer tras la aceleración del móvil. Entonces mientras nos alejábamos, miré para atrás una vez más, esperando haberme equivocado; pero lo único que encontré fue la amarga verdad de Carmine entrando en el sanatorio donde nos habíamos detenido. No iba a ir a ningún lado...
En ese momento pensé dejar ese amargo incidente atrás y seguir con mi vida de siempre. Pero aún en su demencia, Carmine era una mujer sumamente inteligente y agradable. Dos semanas después de habernos conocido, decidí enviarle una carta al hospital mental en donde la internaron, contándole una historia un poco mejor hecha que la que ya había escuchado. Para mi sorpresa respondió, y me contó que estaba viajando a Europa, para convertir mi historia en una película...
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